En la segunda mitad del siglo XIX empiezan a solaparse distintos movimientos artísticos, situación que se destacará más durante el siglo XX. El movimiento neoclásico y el academicismo perdura, aunque se vuelve menos influyente, pero el romanticismo pierde influencia y aparece un nuevo movimiento: El realismo. La figura más destaca de este movimiento fue, en Francia, Goustave Courbet. Para poder comprender sus presupuestos hay que mirar a la historia reciente de este país. Finalizada la Revolución de 1789 y tras el paso Napoleónico, se restableció brevemente una monarquía constitucional («La Restauración»), que cayó después de la revolución de 1848 y dio paso a la II República. El realismo, con un fuerte proletarismo de base, mantiene un fuerte compromiso social. Sus figuras son las personas corrientes en actitudes corrientes, sin los dramatismos del romanticismo y sin el clasicismo y academicismo del movimiento neoclásico. Contemporaneidad frente a historicismo.
En pintura Courbet reivindicaba una sumisión total del arte a la realidad. Fue un gran amante de la mujer a quien pinta de un modo muy realista, evitando las texturas nacaradas e irreales del neoclasicismo, en actitudes cotidianas tanto en interior como exterior, aunque predominan los cuadros de estudio.
Sus mujeres usualmene dormidas o semidormidas tienen una gran carga erótica.
Courbet fue un gran polemista y llegó a decir «si dejo de escandalizar, dejo de existir». Y el escándalo lo acompañó con algunos de sus cuadros. Uno de estos cuadros con muchos nombres, «La siesta», «El sueño», «Pereza y Lujuria» o «Mujeres dormidas», causó un cierto escándalo pues mostraba claramente a dos mujeres lesbianas en el lecho. Pese a que a Courbet se le achacase un gran efectismo que le hacía descuidar los fondos de sus obras en función de la imagen principal, la obra se encuentra muy bien equilibrada compensándose la diagonalidad de las figuras femeninas con los objetos decorativos (florero del fondo y mesa de noche del primer plano) que establecen la diagonal opuesta y centran la atención en los cuerpos entrelazados de las dos mujeres.
Su obra más polémica fue «El origen del mundo» (1866). La mujer no sólo está desnuda, sino fragmentada mostrando sólo el pecho y especialmente el sexo, protagonista absoluto. El color de la piel es muy realista y el bello púbico muy oscuro destaca con la claridad de la piel estableciendo un punto compositivo adicional que obliga a dirigir la mirada. El sexo femenino es el origen de todo.
Creo que esta es la obra más censurada de la historia del arte y uno se pregunta, por más que asuma el carácter provocador del autor, qué pudo impulsarlo a realizar esta composición.
El enigma de la misma parece haberse incrementado después de descubrirse hace muy pocos años que lo que conocíamos era tan sólo un fragmento de la obra original. Se ha encontrado lo que parece ser el rostro de la misteriosa dama
Con menos polémica pero sujeta también a una gran carga erótica, se encuentra «la mujer con un loro», una de las obras mejor elaboradas de este pintor.
Pingback: El desnudo en el arte: Rodin (obra sobre papel) | migueldesnudo
Pingback: El desnudo en el arte: La cerámica Moche. Pornografía artística. | migueldesnudo
Pingback: El desnudo en el arte: Frédéric Bazille | migueldesnudo