No soy capaz de dar una respuesta a mi propia pregunta. El arte performativo, muy vinculado al body art, tuvo un gran desarrollo a partir de los años setenta. Aparece con él un cierto gusto hacia lo extremo. Hacia lo gore: sangre, orina, dolor… El «activismo vienés» adquiere una gran notoriedad y con él algunos de sus destacados artistas, como Hermann Nitsch. Algunos artistas llevan esta situación al límite, automutilándose o sometiendo el cuerpo a toda clase de vejaciones, que llegan incluso a poner en peligro su propia vida. Este es el caso de David Nebreda, ya comentado en este blog. Performance (incluso happening) y fotografía suelen darse de la mano para mostrarnos algo ajeno al placer estético. Quiero mostrarles aquí algunas de las intervenciones de dos performers americanos vinculados al mundo del sadomasoquismo: Bob Flanagan (Nueva York, USA, 1952-1996) y Ron Athey (Groton, Conneticut, USA, 1961). Para Flanagan, el BDSM supuso una «vía de escape» a su fibrosis quística que lo llevó a la muerte a una edad temprana.




En el caso de Athey, su obra se encuentra muy vinculada al mundo queer, destacándose, dentro del mismo, su relación con la artista Catherine Opie. El cuerpo se muestra relacionado con el concepto de masculinidad (o masculinidades) y con la iconografía religiosa. Ambas se dan la mano en la reinterpretación de San Sebastián.






