Aunque costarricense de origen, Francísco Zúñiga (San José de Costa Rica, 1912-1998) es considerado como uno de los exponentes más destacados de la escultura mexicana de la segunda mitad del siglo XX. Adquirió la nacionalidad mexicana y es en este país en el que desarrolló toda su actividad desde 1936 hasta el momento de su muerte. Buen pintor, magnífico dibujante y especialmente escultor, contribuyó a la evolución del arte mexicano que por entonces aún se encontraba bastante dominado por sus grandes muralistas. Existe indigenismo en su obra, fundamentalmente mujeres, pero de un tipo diferente.
Carlos Francisco Echeverría, en un artículo para el Diario La Razón indica:
«Si para los grandes muralistas mexicanos el drama de su pueblo oscilaba entre la opresión y la rebeldía, para Zúñiga –cuya obra se desarrolla en una etapa histórica posterior–, al pueblo mexicano, representado en las figuras de sus mujeres, no le queda más alternativa que sustraerse de la realidad que lo circunda, y esperar, o simplemente existir, confiado en valores elementales y ancestrales.
Las mujeres de Zúñiga son mujeres que esperan, o que afrontan con altivez o indiferencia al mundo que las rodea; pero no emergen de la especulación del artista: se las ve así, en esa actitud y no otra, en las calles y los mercados de México».
Sus figuras, generalmente robustas, están realizadas en una gran diversidad de materiales: bronce, mármol, madera y ónice.

Desnudo acostado – Francisco Zúñiga

Desnudo de Victoria – Francisco Zúñiga

Mujer en cuclillas – Francisco Zúñiga

Mujer reclinada – Francisco Zúñiga

Familia – Francisco Zúñiga