Les presento la obra de dos fotógrafos muy diferentes: Lucien Clergue y Carl Warner. El primero, un fotógrafo francés muy reputado y recientemente fallecido, el segundo un fotógrafo inglés bastante joven (nacido en 1963). Los une el uso de imágenes corporales en la construcción de paisajes inventados y sugerentes. Los separan muchas cosas: técnica, sujetos, estilo…
En la obra de Lucien Clergue el protagonismo lo tiene siempre la mujer. Se realzan las curvas de su cuerpo, fragmentado siempre. El rostro siempre ausente. Se dice que ello le permitió evadir la censura en los años cincuenta. Mujer arquetípica, despersonalizada. La luz juega un papel muy relevante, destacando los brillos de la piel mojada o filtrada a través de un sistema de persianas que dibujan texturas «acebradas» en un cuerpo semioculto. La obra respira un fuerte erotismo.
Lucien Clergue fue un gran amigo de Picasso e ilustró algunos poemas del poeta surrealista Paul Elouard. Su influencia en el arte fotográfico es incuestionable.
Frente al mundo blanco y negro de Clergue los tonos ocre de Carl Wanter. El protagonismo ya no es femenino. La obra más abstracta parece formar paisajes de desiertos o planetas desconocidos. Es fruto de una labor de edición cuidada y compleja. Sólo existe un único cuerpo en cada obra que se repite (lo que le evita problemas con las diferencias de texturas y colores de la piel) y cuyos fragmentos se vuelven rocas, montañas o desiertos.
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