Creo que debo comentar mi papel en esta pequeña serie de artículos dedicados al desnudo en el arte. Mi formación curricular es totalmente científica por tanto – y quede claro – no soy un especialista en Arte, pero desde la ya muy lejana época en la que cursaba una asignatura de Historia del Arte en el antiguo Bachillerato, que se limitaba a la memorización de los títulos de una serie de obras y autores (ni siquiera se proyectaban las mismas y los libros de texto reproducían muy pocas) me pareció que el Arte podía ser algo interesante. Con el tiempo he visto, leído y, especialmente, creo que me he ido acercando al arte de verlo y admirarlo, aunque se que me queda mucho camino por recorrer.
De entrada al neófito suele presentarse los siguientes interrogantes: ¿Qué es o qué pretende ser el Arte? ¿Qué es bueno y qué es malo en el mismo? ¿Tiene que ser “bonito” el Arte? ¿Son los precios que asigna el mercado un indicador del valor de la obra artística?
Debo decir que para mí el Arte puede recrear la naturaleza pero igualmente generar nuevos mundos inexplorados. Ninguna obra puede ser totalmente realista porque la realidad es irrepresentable. Incluso la técnica considerada más realista, como es la fotográfica, modifica la realidad: la propia elección de un encuadre dirige la mirada y realza la presencia o ausencia de los objetos. Crea su propia realidad y en este sentido digo que todo el arte puede recrear la naturaleza, nunca copiarla.
No importa cuál sea la realidad objetiva expresada en la obra artística. Ésta siempre debe hacernos reflexionar. Una obra artística no se agota en una simple mirada, y eso es válido tanto para las obras que consideramos realistas como para las menos figurativas y más abstractas. Ante una obra deberíamos reflexionar sobre lo que nos dice, lo que el autor quiere transmitir y la adecuación de los elementos técnicos y compositivos a la transmisión de esa idea. Huyamos, por favor del término “bonito”. El Arte no tiene por qué transmitir belleza, salvo que ésta se interprete de un modo muy muy amplio.
El mercado no es un indicador de la calidad artística. Algunos de los que reconocemos como maestros, fueron ignorados en su día, mientras que otros que vendieron muy bien su obra hoy se consideran autores muy secundarios. Algunos también muestran vaivenes en su apreciación histórica. Posiblemente un buen número de las obras contemporáneas almacenadas en los museos actuales pierdan todo su interés en el futuro y se valoren a otros artistas, coetáneos nuestros, que ahora pasan desapercibidos.
El segundo aspecto de esta serie que debemos considerar es el desnudo. Como naturista, mi relación hacia el desnudo es el de naturalidad y respeto. El cuerpo humano siempre es atractivo en su dignidad, y los variables cánones estéticos no deberían hacernos olvidar este aspecto. Todo el cuerpo es digno, sin partes sucias o pudendas que deban ocultarse a la mirada.
De un intento de fusionar estas dos pasiones, arte y desnudo, surge esta serie de publicaciones. Mis consideraciones no son ni pueden ser muy eruditas, ni pretenden ni mucho menos abarcar todas las lecturas posibles de una obra artística. Ello me que sería imposible. Pero me gustaría mucho lograr que algunas personas se interesasen como yo por el Arte y no viesen la pintura como una simple estampita que, directamente o reproducida, sirva para decorar un rincón de nuestra casa.
También quiero mostrar la existencia de nuevas formas de expresión artística que surgen de las innovaciones tecnológicas. El arte siempre es fruto de una época y debemos ser capaces de contextualizarlo.
En resumen, el arte debe hacernos reflexionar sobre el Arte, y sobre nosotros creadores y consumidores del mismo.
Gracias a todos los que me siguen en este intento.