Wilhelm Hammershoi (Copenhague, Dinamarca, 1864-1916) no fue un pintor de desnudos. Al menos no en el sentido convencional. No es el cuerpo el protagonista directo de sus obras sino la intimidad y esta puede mostrarse en una habitación vacía en la que los rayos de luz se materializan al reflejar innumerables partículas de polvo en suspensión. Vemos en su obra muchas habitaciones como ésta, envueltas en una luz misteriosa que incide en los objetos sin terminar de delimitarlos. Figuras vestidas (a menudo de espaldas) o desnudas, frecuentemente aisladas y ocupadas en asuntos domésticos. Hay algo de Vermeer en este pintor de la luz. Por ello, quiero iniciar esta presentación con esa habitación que no muestra ningún cuerpo humano, pero que pudiera estar presente en algún rincón, quizás desnudo. También pudiera reflejar la intimidad del observador.
La obra de Hammershoi no guarda ninguna relación con la de los pintores de Skagen, comentados anteriormente. Se le suele considerar como un pintor simbolista, posiblemente por obras como esta que les muestro, y por ese elemento de ensoñación, ausencia – ocasionalmente tristeza – que puede transmitir.