Louis Jean François Lagrénée (París, Francia, 1724-1805) fue discípulo de Carle van Loo y trabajó diversos géneros: religiosos, históricos y mitológicos. Su obra, como la de su maestro, encuadrable dentro del rococó fue derivando hacia el neoclasicismo, aunque nunca llegó a abandonar completamente el barroco. Una pintura de cuidado dibujo y un destacado cromatismo, que pueden resultarnos estéticamente agradables, pero también un tanto frías y exentas de vida. En este sentido su coetáneo Diderot decía:
Amigo mío, estás lleno de gracia, pintas, dibujas de maravilla, pero no tienes ni imaginación ni espíritu; sabes estudiar la naturaleza pero ignoras el corazón humano. Sin la excelencia de tu buen hacer, estarías en la cola. Y habría que hablar más sobre ésto. Es gruesa, blanda, seductora; pero, ¿saldrá alguna vez de ella un efecto que responda al del pincel de Rubens o de Van Dyck?
Unas palabras muy duras para un artista que fue pintor oficial de la emperatriz Elisabeth Petrovna de Rusia, director de la Academia real de San Petersburgo y, posteriormente, director de la Academia de Francia en Roma.