Quiero agradecer al Museo del Prado la puesta en valor de una artista tan interesante – desde el punto de vista de la obra como del propio entorno sociocultural de la misma – como fue Lavinia Fontana (Bolonia, Italia, 1552-1614). Que una mujer sea artista y se dedique profesionalmente a la pintura, no es hoy ninguna novedad. No era así en el siglo XVI, pero aún más sorprendente que su marido, también pintor, actuase como asistente de la misma, tanto como ayudante artístico como ocupándose de las tareas domésticas. Un hecho que también la destaca: pintó desnudos femeninos y masculinos, como era previsible, de temas mitológicos.
Acusa las influencias de su padre, también pintor de la escuela boloñesa, y progresivamente, de la familia Carracci. Su pintura religiosa se muestra deudora de Correggio y Parmigianino, pero en sus retratos se aprecia la huella de los manieristas florentinos. Su colorismo es típico de la escuela veneciana.
Esta notable artista, con la que se inicia el periodo barroco, fue muy reputada en su época y llegó a ser pintora oficial de la corte del papa Clemente VIII.







