Estos días, los medios españoles están resaltando la importancia de la exposición «Canova. Eterna bellezza» que se está llevando a cabo en el Palacio Braschi de Roma. Antonio Canova (Possagno, antigua República de Venecia, Italia, 1757-1822) es, posiblemente, la máxima expresión del neoclasicismo en la escultura, habiéndose dicho del mismo que fue el mejor escultor italiano después de Bernini. Durante el siglo XIX su importancia fue muy grande. Su obra recrea fundamentalmente los mitos de ese mundo grecorromano, tallados sobre un mármol extraordinariamente pulido, que le aporta una gran tactilidad. A la misma se une un buscado, y matizado, efecto de luces y sombras. Este conjunto de texturas y luces aporta a su escultura un toque mágico que matiza el realismo excesivo. Pese a su clasicismo, aparecen algunas influencias románticas, como en su «Eros y Psiqué».








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