La joven fotógrafa británica Chloe Rosser nos presenta, desde el 2012, una obra incómoda – quizás grotesca – y al mismo tiempo sugestiva y fascinadora. Sus cuerpos desnudos parecen fragmentados, casi pura carne, ante la ausencia de cabeza, cuello y distintivos sexuales. En muchas ocasiones tampoco se aprecian brazos o piernas, quedando reducido el conjunto a un torso aparentemente mutilado y, sin embargo, bello. Técnicamente podríamos pensar que sus fotografías son el producto de una laboriosa manipulación digital. Sin embargo, Rosser nos dice:
«Mis piezas fotográficas son imágenes de desnudos retorcidos que parecen manipulados digitalmente, pero de hecho, se crean completamente a través de las poses que armé. Las personas se doblan y se doblan de tal manera que parecen surrealistas.»









