No me resulta fácil encontrar etiquetas que describan la obra de Lui Liu (1927), un chino residente en Canadá. Una pintura al óleo dentro del esquema tradicional occidental con figuras femeninas orientales fuertemente dibujadas de tal modo que recuerdan al hiperrealismo occidental, pero que también poseen elementos surrealistas. Tampoco es banal su lectura, pues pronto apreciamos un trasfondo político y social en toda la obra. En un artículo de Roxanne Goldberg leemos:
«Lui Liu puede ser considerado neo-orientalista. Sus pinturas realistas no solo exageran y tuercen las perspectivas occidentales de la cultura oriental, sino que también comparten una estética con pintores orientalistas franceses del siglo XIX como Eugène Delacroix y Jean-Léon Gérôme, que utilizaron el humor, el vestuario y el paisaje para magnificar suposiciones sobre sexualidad y violencia en las sociedades no occidentales.»
En una entrevista en la que se le pregunta si su obra lleva algún tipo de mensaje subyacente, Liu nos indica:
«Veo la historia de la civilización como femenina, no como masculina. No es heroica sino humorística. Estos son los mensajes o temas que existen visualmente en mi mente y que se presentan a través de mis obras. Como artista, no dependo de mis sueños. Yo sueño de día.»
El artista ha adquirido gran relevancia y su obra está muy cotizada. Tal es el caso de la controvertida pintura «Beijing 2008» vendida por 3,14 millones de dólares.