Las Islas Canarias, pese a su aislamiento geográfico de Europa y del resto de España, mantuvo durante todo el siglo XX un fuerte compromiso con las vanguardias artísticas internacionales. Es bien conocida su contribución, con artistas como Óscar Domínguez, al movimiento surrealista. Paralelamente – no contradictoriamente – se da un movimiento opuesto. Gran parte de la nueva burguesía que emerge desde finales del siglo XIX, insegura en un mundo cambiante, busca un referente en la tradición y, al no encontrarlo, la inventa. Se desarrolla un realismo indigenista basado en una Arcadia que nunca existió y se gesta el mito de las Islas Afortunadas. Se inventa hasta el paisaje. El punto aglutinante más destacado fue, en la isla de Gran Canaria, la Escuela de Luján Pérez (fundada en 1917), pero también existió en menor medida en Tenerife, la otra isla que comparte la capitalidad de Canarias. Una situación que se mantuvo, en gran medida, hasta los años 80. Esta dicotomía, supuestamente antagónica, no es algo anómalo. En fin de cuentas el arte sólo es una expresión de la vida, de sus sentimientos y anhelos. Políticamente estamos observando que, junto a una globalización tendente a generar entidades administrativas, políticas y sociales más amplias y deslocalizadas, surgen movimientos nacionalistas como refugio a una pérdida de identidad, de carácter emotivo que, como en el caso del arte, necesitan muchas veces reinventar la historia.
En el contexto citado, no abundan los desnudos, desfavorecidos por el entorno político e ideológico. Cuando existe, son desnudos femeninos en los que la mujer suele actuar como símbolo de la maternidad-fecundidad, integrada en ese paisaje idealizado (árido con cactáceas o de vegetación lujuriosa). Veamos, por ejemplo, una obra de Pedro de Guezala (Tenerife, 1896-1960):
O estas obras de José Aguiar (Santa Clara, Cuba, 1895-1976), un canario nacido en Cuba, a quien se vincula con un cierto tipo de expresionismo.
José Aguiar también fue artífice del siguiente mural que decora el Salón Noble del Cabildo Insular de Tenerife:
Comenté, en una entrada anterior, que Néstor de la Torre, pese a su vinculación modernista, se vio también bastante vinculado a este realismo indigenista.
Por último, quiero destacar que los tres autores que ilustran este artículo pueden no ser considerados como indigenistas por algunos críticos, que circunscriben más el movimiento a la Escuela de Luján Pérez, pero participan sin ninguna duda en la ideología y estética del grupo. La elección de los mismos, junto a su importancia indiscutible, se debe a la facilidad de encontrar imágenes de desnudos en internet.