Uno de los artistas hispanoamericanos más destacados del momento es el colombiano Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932). Su obra abarca tanto el dibujo como la pintura o escultura con un particular estilo con el que desarrolla toda clase de temas. Es el pintor de la gordura concebida no como una deformación sino como un nuevo canon de belleza alejada de los planteamientos greco-romanos que han impuesto su tiranía al arte, a la moda, e incluso a la vida cotidiana de las sociedades occidentales.
No existe caricatura en la obra de Botero y él mismo insiste en este hecho. Su obra tiene una armonía propia. Figuras con talle y piernas anchas (no así los brazos) y cabezas y manos pequeñas. Tampoco son grandes los senos femeninos. Los hombres muestran generalmente una particular disposición del bello corporal y los genitales, cuando se muestran son pequeños. El conjunto, sin embargo, se muestra armonioso y su obra muestra usualmente un tono amable y doméstico. Escenas de interior, de playa, como las que les muestro aquí.
O sus versiones de Adán y Eva:
Pese a lo indicado no toda la producción de Botero tiene este toque idílico. En fechas relativamente recientes el artista nos ha mostrado con crudeza las, desgraciadamente célebres, torturas de Abu Grahib, en una obra con un fuerte contenido social y político.
La obra de Fernando Botero tuvo inicialmente una fuerte contestación por parte de la «élite artística» de Nueva York que se negaba a aceptar cualquier representación fuera del expresionismo abstracto. Hoy es muy popular y podemos apreciarla en los principales Museos de Arte Contemporáneo.
Admiro a los artistas que se atreven a ser diferentes, que rompen el molde para crear su propio estilo, y en el caso de Botero él ha sido fiel al suyo hasta conseguir el reconocimiento mundial. Saludos, Patricia
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