Al menos desde el punto de vista español, Dalí (1904-1989) es la figura central del surrealismo en pintura. Este movimiento tuvo su apogeo en los años veinte y englobó tanto las artes plásticas tradicionales como el cine y la literatura. No es fácil de definirlo con pocas palabras, pese a sus «manifiestos» (e incluso de separarlo del movimiento Dadá), pero de sus orígenes se centran en gran medida en las, por entonces recientes, teorías psiconalíticas de Freud. El inconsciente, que en ocasiones se muestra gracias a técnicas automatistas, se convierte en el punto central de la obra artística.
En el caso de Dalí el surrealismo tiene un carácter temático, ya que formalmente sus obras estan muy estructuradas. Sorprende en las mismas sus continuos análisis del espacio, con grandes perpectivas generadas de un modo clásico pero en las que el color y aspectos estructurales como la disposición de la línea del horizonte o el emarcado de las figuras refuerzan ese espacio infinito, más onírico que percibido por los sentidos. Las figuras en el mismo siempre están muy perfiladas. Dalí era un gran dibujante y un profundo conocedor del arte clásico español.
Los primeros desnudos de Dalí se inscriben en las vanguardias artísticas del momento, como este «Desnudo en paisaje» o las obras con mayor influencia cubista «Venus con Cupido» o «Bañistas de Es Llaner».
La importancia central del «deseo sexual» en la obra de Freud se pone de manifiesto en sus desnudos femeninos en los que se representa a la mujer como un simple objeto de deseo.

Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar – Dalí
Pese a lo anterior, el desnudo en sus óleos siempre es delicado, con un erotismo que podríamos denominar contenido. En ocasiones podemos hablar de un verdadero «cuerpo místico», un cuerpo-templo, como en este retrato de Gala.
Contrariamente a esa visión algo púdica del cuepo desnudo, los dibujos del autor muestran desnudos con una sexualidad explícita que podrían considerarse pornográfica, con vulvas y penes fálicos sobredimensionados.
En los óleos de Dalí hay pocas figuras masculinas desnudas. Quizás, con la excepcción de estos «Dos adolescentes», hay siempre un cierto pudor a la representación de los genitales masculinos.
En una de sus obras más famosas y complejas, «El gran masturbador» el sexo sólo está insinuado, ofrecido a los labios de esa figura femenina que surge de lo que resulta una caricatura del propio artista.
En la siguiente obra Dali se representa desnudo pero con un esferoide que oculta su sexo.
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