El desnudo no ocupa un lugar relevante en la obra de Marc Chagall. No porque no exista, sino porque se incorpora como un elemento más en el mundo onírico del pintor. No representa una integración en la naturaleza, ni una intromisión en el mundo privado y personal del retratado. Tampoco aparece con un fin erótico (lo surrealistas lo llegarán a usar incluso como un elemento pornográfico). Es un elemento más del mundo fantástico del artista en el que se fusionan sus recuerdos y vivencias de su infancia rusa con el mundo artístico del París, que lo acogió y donde realizó la mayoría de su producción.
En París entró en contacto con las vanguardias artísticas del momento: el cubismo, el fovismo, o pintores como Modigliani, dejaron una clara impronta en este pintor.
El cielo y la tierra se mezclan, los animales de granja como caballos, reses y aves de corral pueblan este mundo fantástico en el que se ha querido ver elementos precursores del Surrealismo.
El mundo judío y los temas bíblicos adquieren importancia en muchas de sus obras.
A Chagall, como a Modigliani, se le suele incluir en esa denominada Escuela de Paris, autores destacados que, sin militar en ninguno de los grandes movimientos del momento, experimentaron la influencia de los mismos al mismo tiempo que mantuvieron estilos personales únicos.