El noruego Edward Munch (1863-1944) es sin duda una de las figuras más destacadas del expresionismo aunque su estilo, muy personal, no siempre pueda encuadrarse en este movimiento.
Comenté, en una entrada anterior, el caso de otro gran artista expresionista: Schiele. Munch es mucho más sombrío y parece centrarse más en la enfermedad y la muerte, que en el cuerpo humano. De alguna forma parece radicalizar alguna de las ideas centrales del expresionismo que se opone frontalmente a la visión hedonista tanto del impresionismo como del modernismo, y se centra en una visión interior. El arte no debe representar tanto lo percibido como interpretar los sentimientos, las profundidades del alma. Estas profundidades son tremendamente oscuras y descorazonadoras en el caso de Munch. Su padre y su hermana murieron cuando era niño, tuvo periodos prolongados de depresión y debió someterse a tratamientos por alcoholismo. Su obra no es, lógicamente, optimista. Ni siquiera lo son aquellas relacionadas con el baño y la playa, en la que se nota la influencia de los postmodernistas.
Es este bloque temático predominan los desnudos masculinos.
Munch también representa su propia figura desnuda. Para algunos de sus autorretratos hace uso de fotografías, algunas de las cuales se conservan, como la que les presento aquí. No suelo incluir fotografías en estas pequeñas reseñas dedicadas fundamentalmente a la pintura, pero resulta inusual un autorretrato de este tipo a finales del siglo XIX o principios del XX (no he podido localizar la fecha) y que podemos contrastar con su “Autorretrato en el Infierno”.
Su carácter más morboso lo apreciamos en el “Autorretrato en la mesa de operaciones”, compositivamente similar a una de sus versiones sobre “La muerte de Marat” (¿también un autorretrato?)
El modelado de las figuras pierde importancia. No lo genera ni la línea ni el color.
La primera, en muchas ocasiones es sólo una envolvente de una forma simbólica, como vemos en estas niñas en el baño (de lo poco alegre del pintor y podemos relacionarla sin duda con su etapa de influencia impresionista).
En ocasiones varias líneas envolventes parecen aprisionar obsesivamente a sus personajes.
El desnudo femenino muestra, como indica Jean Selz en su obra “Edward Munch” (Flammarion, 1978), la dualidad entre la mujer objeto de deseo y la mujer vampiro (hay una obra con este título) que absorbe el alma del hombre. Pero pienso que junto a éstas también está presente la mujer solitaria y doliente.
En las figuras precedentes podemos ver la diversidad de estilo utilizados por Munch para retratar a la mujer. Quizás uno de sus retratos femeninos más destacables, o al menos más conocido, es “La Pubertad”. la figura de la jovencita se muestra centrada, aprisionada en una estructura rígida de horizontales. Los brazos cruzados y las piernas muy unidas ponen en relieve su inseguridad, pese a que nos mire de frente. Una extraña sombra, no natural, aparece a su lado y sobre la que se ha realizado todo tipo de conjeturas pero que sin duda proyecta un tono dramático y amenazador sobre la escena.
En ocasiones aparece un cierto rayonismo que descomponen las imágenes.
En la década de 1910, una de las más las figuras tienen colores asonantes, fauves.
En alguna de sus últimas obras la figura pierda aún más protagonismo como en la obra “Hombres desnudos en un bosque de abedules”
Es muy difícil de hablar de un “estilo Munch” y mucho menos definirlo con la etiqueta de expresionista. La obra tiene múltiples facetas y distintas lecturas pero resulta siempre apasionante.
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