Me resulta algo difícil comentar el desnudo femenino en Rubens por dos motivos. Uno, la impresionante cantidad de obras que se conocen del artista (más de 1500) y, un segundo motivo, la dificultad de sustraerse a unos cánones estéticos que suelen estar bastante alejados de los predominantes en nuestros días. Sin embargo es indiscutible su extraordinaria importancia e influencia en el mundo del arte.
Como hay que escoger, empiezo con su obra más conocida: Las tres Gracias, que se expone en el Museo del Prado. Rubens toma aquí un tema muy clásico, tanto en el contenido como en su representación. Las tres gracias eran hijas de Zeus y Eurimone y representaban la afabilidad, la simpatía y la delicadeza. Siempre se representaban desnudas y enlazadas entre si y eran diosas de la belleza, la sexualidad y la fertilidad, por lo que en ocasiones sus imágenes se ven relacionadas con ceremonias o festividades nupciales.
Observemos como Rafael «copia», en gran medida, la composición del mural de Pompeya. Comparemos ahora estas obras con la de Rubens:
Se representan las diosas como mujeres muy entradas en carnes, pero proporcionadas. Hay quien dice que este es un elemento característico del barroco donde la distinción y la salud estaban muy ligadas a la buena alimentación.Con todo, pienso que en este caso se debe, particularmente, al gusto del pintor, ya que la Gracia de la izquierda era su última esposa, Hélène Fourment (con la que se casó cuando ella tenía dieciseis años y él más de cincuenta). Las otras dos figuras pueden ser variaciones sobre la primera aunque también se ha indicado que la del centro pudiera ser su anterior esposa Isabella Brant. La influencia del claroscuro de Caravagio está patente con esas luces que modulan el cuerpo de las jóvenes. La piel está delicadamente tratada con finas veladuras, logradas diluyendo el óleo en aguarrás, y tiene un tinte blanco-rosado. Desde el punto de vista estructural dominan las líneas curvas y las tres figuras se encuentra intimamente ligadas entre si (mucho más que las de Rafael) por las posiciones de los brazos y las miradas. Se enmarcan en un paisaje interior, muy recargado que las separan de un paisaje exterior más natural.
La versión que se muestra a la izquierda es mucho menos conocida y se encuentra en la Galeria Palatina-Palacio Pitti (Florencia). Se trata nuevamente de un óleo pero con la técnica de la grisalla, que da a la obra un aspecto escultórico. El barroquismo del fondo es patente pero no hay color que nos distraiga de la apreciación de las formas. Formas sinuosas pero no tan rotundas como el la que comentaba anteriormente. Tampoco existe esa unidad formal de la obra anterior. La figura de la derecha mira al espectador mientras que las otras dos se mantienen muy ligadas entre si, cómplices y ajenas a lo que las rodea. Una imagen con gran sensualidad y erotismo.
Otra obra, muy característica de Rubens, es «el rapto de las hijas de Leucipo», nuevamente una obra mitológica protagonizada por Castor y Polux.
El tratamiento voluptuoso de las figuras femeninas es el mismo: sus formas redondeadas y su piel clara que contrasta fuertemente con la piel oscura de los personajes masculinos. La obra atrae fundamentalmente por su extraordinaria composición.
Las figuras se inscriben en el interior de un círculo con un alto grado de simetría respecto de las figuras femeninas y masculinas. Ello nos obliga a fijar la atención. También existe una pseudosimetría respecto a un eje vertical más desplazado hacia la derecha que genera una zona de tensión en la que se encuentran fundamentalmente los dos cuerpos femeninos y que dirige la mirada de abajo a arriba a través de una línea ondulante.
Los colores diferentes de los caballos, más cálido el del primer plano y más frío el situado al fondo generan una perspectiva en la que el paisaje tiene poca importancia. Su actitud briosa aporta dinamismo a la obra, un dinamismo superior al que sugieren las posiciones de los cuerpos. En el fondo la escena no tiene un gran dramatismo. Las cuatro figuras se encuentran fuertemente ligadas entre si por una composición triangular que agrupa las miradas de los dos hombre y la mujer situada en el plano inferior. Un rapto por amor, como sugiere el cupido de la izquierda.
La luz viene fuertemente dirigida desde el ángulo superior derecho generando dos triángulos luminosos que enmarcan a las dos mujeres, bastante simétricos respecto a la diagonal. Las mujeres protagonizan la escena y las lineas curvas de sus cuerpos (convexa y cóncava respecto de la diagonal) aumentan la sensualidad de las mismas.
Se ha dicho que ésta no es una obra para todos los públicos, pero creo que si la analizamos con calma acabaremos por apreciarla plenamente.
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