Estamos acostumbrados a ver un arte queer, y particularmente un arte gay, que se caracteriza por una iconografía que enfatiza la genitalidad y reviste a toda la obra de un contenido erótico más o menos explícito. Por ello me ha chocado encontrarme con la obra de Raphael Perez (Jerusalem, Israel, 1965). Su obra pictórica no está exenta de erotismo – como no lo está la vida – pero no centra su atención en el mismo de un modo obsesivo. Nos habla de las relaciones íntimas en su sentido más general, en lo afectivo que nos interconecta con los demás. La familia – todos los tipos de familia – la pareja, la alegría de vivir sin condicionamientos externos. Para ello sus pinturas adoptan una expresión tipo naif, de brillante colorido y formas usualmente simplificadas.
Junto a su labor como pintor cabe señalar su importancia como fotógrafo. Creo que se puede apreciar, en las imágenes que les muestro como, con gran dominio de la técnica, nos muestra la senectud, no como una situación de declive sino como un momento más en el que se puede apreciar toda la riqueza afectiva de las personas, independientemente de su género.