Parece establecido que cualquier análisis de la obra de Jacques Majorelle (Nancy, Francia, 1886-1962) parta de su condición de hijo del célebre diseñador de mobiliario Louis Majorelle, pero la influencia de éste no parece haber sido muy grande. Le impulsó a una carrera de arquitectura que abandonó para dirigirse a lo que le apasionaba: la pintura. Se formó en l’Académie Julian, célebre lugar de encuentro de pintores internacionales, pero también tuvo una autoformación personal fruto de sus numerosos viajes por Europa y África. Egipto se le reveló como un descubrimiento y sus continuas visitas a Marruecos, en fechas posteriores, lo convirtieron en un poderoso seguidor de la corriente orientalista. Sin embargo, su obra no incide tanto en ese mundo de harenes, descritos con el realismo minucioso que caracterizó a este movimiento de la segunda mitad del siglo XX, como en la luz y el color. Se le considera como uno de los primeros modernistas.








