A finales del siglo XIX y principios del XX, el movimiento impresionista, de origen francés, se extiende por todo el mundo. París era el centro de la actividad artística mundial, y a esta ciudad acudían artistas procedentes de lugares tan alejados como los Estados Unidos y Australia. De este último país procedía un singular artista: Rupert Bunny (Melbourne, Victoria, Australia, 1864-1947), hijo de padre británico y madre alemana, que vivió 27 años en la capital francesa. Su obra no ha sido siempre bien acogida, pero no cabe duda que fue un extraordinario colorista. Su estilo tampoco se mantuvo estrictamente dentro del esquema impresionista que fue adaptando según las circunstancias, como podemos comprobar en obras como «Los Antepasados» o «Pastoral», plenamente simbolistas.












