El hiperrealismo siempre tiene algo de fascinante. Por un lado parece ser una copia exacta de la realidad, hasta el menor de los detalles, y por otro apercibimos que la realidad es otra cosa, difícil de aprehender, que no puede ser considerada sólo como una adición de elementos. Esta contradicción se enfatiza muchas veces en la escultura magnificando las dimensiones de la obra, como es el caso de Ron Mueck, ya comentado en este blog. La obra parece enfriarse, aislarse y reforzar nuestro papel de observador. En este sentido, las esculturas de Richard Stipl (Sternberk, República Checa, 1968) pueden considerarse excepcionales. La práctica totalidad de éstas muestran réplicas de su propio cuerpo, enfatizándose la expresividad del rostro
Extraños rituales (algunos caníbales) que parecen querer implicarnos aunque sea de un modo negativo, en forma de rechazo, y siempre de reflexión.
Algunas obras configuran distintos montajes:
En algunos casos también se encuentran presentes figuras infantiles.