Amadeo Modigliani (1884-1920) fue un pintor y escultor extraordinariamente singular. Alejado de todos los “-ismo” de la época creó un estilo muy personal y fácilmente reconocible. Algunos han querido incluirlo en el movimiento expresionista (demasiado suave y amable para ello) o en la denominada “Escuela de París”, mezcla heterogénea de pintores con estilos muy diferentes y, en ocasiones disimiles, pero difícilmente podemos confundir su obra con la de ningún otro pintor.
Su corta vida fue casi la imagen tópica del artista bohemio llevada hasta sus máximas consecuencias. Frecuentó los burdeles y consumió habitualmente todas las drogas disponibles en la época. Su aspecto sucio y desaliñado lo convirtieron en objeto de las críticas de personas, como Picasso, con las que se relacionaba. Sin embargo sus retratos y sus desnudos femeninos respiran una dulzura poco común.
Se comenta que una de sus mayores influencias fue Cézanne aunque no abordó, como éste, el tema del paisaje. Su obra se caracteriza por una pintura plana, sin casi claroscuro, con largas líneas onduladas que definen los espacios y delimitan los colores, usualmente cálidos. Caras alargadas y largos cuellos, narices rectilíneas, bocas pequeñas y ojos almendrados que, ocasionalmente, se muestran inexpresivos y vacíos. Las estructuras de la cara tienen una cara influencia en la escultura de Brancusi, con quien tuvo mucho contacto, y con las máscaras africanas (que impactaron mucho también a Picasso, otra posible fuente de inspiración).
Una de sus obras más conocidas es la denominada “Desnudo rojo” en la que se muestra la clara influencia de la “maja desnuda” de Goya.
Apreciamos que el pintor corta la figura para adaptarla a su espacio compositivo. La mujer está representada con bello en la axilas y en el pubis, contrariamente a la norma clásica, como ocurre también en el “gran desnudo”. No muestra aquí el forzado contraposto de esta última obra en la que curiosamente, y pese a este hecho, respira una gran tranquilidad y relax. Como en la obra de Goya la mujer del “Desnudo rojo” es plenamente consciente de ser observada.
Otra obra muy significativa es este “desnudo sentado en un diván”o “la bella romana”, considerado por muchos críticos uno de lo mejores desnudos de la historia del arte. La mirada no es tan inexpresiva como en otras obras del artista y parece dirigirse con una cierta complicidad seductora a un observador que la observa revestirse (posiblemente más que desvestirse). Los pequeños labios rojos refuerzan esta idea de la conclusión de una historia y no la de su comienzo.
En conjunto todos los desnudos de Modigliani muestran un refinado erotismo y reflejan serenidad y melancolía.
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