La joven Kristine Kvitka (Riga, Letonia, 1983) ha logrado crear un cuerpo de obra relativamente grande y estilísticamente coherente, en las que su figuras parecen surgir de la naturaleza o integrase en la misma. Una obra sin estridencias cromáticas, misteriosa y poética, de una artista, poco conocida fuera de Letona e Italia, que empieza a abrirse camino en el panorama internacional.