No vamos a ver un canto a la belleza del cuerpo humano más o menos idealizado. La obra de Dieter Appelt se inscribe en lo que el crítico William E. Ewing en su libro «El cuerpo: Fotografías de la configuración humana» (Ediciones Siruela, 1996) denomina «obras corporales» en las que el cuerpo sirve para mostrar las neurosis y los miedos del artista. Momentos fugitivos, happening que sólo puede plasmar la cámara fotográfica. Appelt se retrata desnudo, cuerpo usualmente sucio, integrado en la tierra, piel estriada y cubierta de placas. La muerte parece omnipresente, describiendo una situación real o una desgraciada promesa de futuro. Un grito existencial no siempre contenido.
Extraigo y traduzco de la Web algunos fragmentos de la entrevista realizada por Peter Hay Halpert a Dieter Appelt, ya que me parece bastante reveladora (recomiendo la lectura completa de la misma):
PHH: …su imagen es muy alarmante y preocupante, casi inquietante. ¿Es esto el reflejo de cómo se siente o intenta transmitir una impresión?
DA: Es cierto que mis imágenes tienes ese aspecto, y vienen tanto de mis propios sentimientos y experiencias como de mi intención de expresar la agonía, el carácter decisivo de tener que nacer y morir…
Si usted realmente quiere expresar algo tiene que ser radical… Hago estas cosas conmigo mismo porque no puedo trabajar con un modelo… porque ciertas experiencias vienen de dentro, del interior…porque no podría pedírselas a nadie más y obtener una respuesta. No se pueden verbalizar ciertos sentimientos porque no pueden describirse con palabras
Destaca en el artículo anterior la importancia de la forma, no sólo de una imagen correcta. La imagen no sólo debe servir para contar una historia literalmente sino ser capaz de trasmitir sentimientos inexpresables con palabras.
Una obra inquietante que invita a la reflexión.









