En el Día Internacional de la Mujer, quiero dedicar estas líneas a una extraordinaria pintora y escultora: Irma Stern (Schweizer-Reneque, República Sudafricana, 1894-1966). De familia judía alemana, su padre fue internado en un campo de concentración por los ingleses, acusado por sus tendencia pro-Boer. Liberado éste, la familia regresó a Alemania. Irma Stern estudió allí en la Weimar Academy of Art, pero la influencia artística más destacada la obtuvo del expresionismo alemán, especialmente de Max Pechtein, miembro del grupo «Die Brücke»(El Puente). En 1920 volvió a Sudáfrica donde vivió hasta su muerte, aunque viajó mucho por el continente africano absorbiendo sus culturas tradicionales que integró en paisajes y retratos. Su pintura no fue comprendida por una sociedad neocolonial y puritana que la consideraba fea y, ocasionalmente, escandalosa sexualmente. Sí mantuvo la admiración de los alemanes, y hoy, indiscutiblemente, de toda la comunidad. Su casa natal se ha convertido en un museo que aglutina su colección permanente así como numerosos objetos recogidos por la artista en sus viajes africanos.